domingo, 26 de enero de 2014

EL VALOR DE LAS PALABRAS.

Cuenta la historia que en cierta ocasión, un sabio maestro se dirigía a su atento auditorio dando valiosas lecciones sobre el poder sagrado de la palabra, y el influjo que ella ejerce en nuestra vida y la de los demás. - "Lo que usted dice no tiene ningún valor"- lo interpelo un señor que se encontraba en el auditorio. El maestro le escucho con mucha atención y tan pronto termino la frase, le grito con fuerza: - "¡¡Cállate y siéntate!!". Ante el asombro de la gente, el aludido se lleno de furia, soltó varias imprecaciones y, cuando estaba fuera de sí, el maestro alzo la voz y le dijo: - "Perdone caballero, le he ofendido y le pido perdón; acepte mis sinceras excusas y sepa que respeto su opinión, aunque estemos en desacuerdo". El señor se calmo y le dijo al maestro: - "Le entiendo, y también pido disculpas y acepto que la diferencia de opiniones no debe servir para pelear, sino para mirar otras opciones". El maestro le sonrió y le dijo: - "Perdone usted que haya sido de esta manera, pero así hemos visto todos del modo más claro, el gran poder de las palabras, con unas pocas palabras le exalte y con otras pocas le calme". Las palabras no se las lleva el viento, las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente. . . Las palabras curan o hieren a una persona. Por eso mismo, los griegos decían que la palabra era divina y los filósofos elogiaban el silencio. (Puedo entender porque...) Piensa en esto y cuida tus pensamientos, porque ellos se convierten en palabras, y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino. Medita sabiamente para saber cuándo y cómo hay que comunicarse y cuando el silencio es el mejor regalo para ti y para los que amas. Eres sabio si sabes cuándo hablar y cuando callar. Piensa muy bien antes de hablar, cálmate cuando estés airado o resentido, y habla solo cuando estés en paz. Recuerda que las palabras tienen poder y que el viento nunca se las lleva. Las palabras encierran una energía que bien puede ser positiva o negativa. Recuerda: "Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca"

domingo, 12 de enero de 2014

LA TRADICIÓN DE COMER LAS DOCE UVAS EN NOCHEVIEJA.

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El origen de comer 12 uvas al son de las campanadas de Nochevieja se remonta, según la teoría más extendida, a 1909. Al parecer aquel año existió gran excedente de uva de gran calidad y los viticultores españoles (se cree que concretamente fueron los de la zona de Elche) optaron por repartir parte de la cosecha sobrante entre la población. La idea de que cada persona comiese una uva al compás de cada campanada surgió aquel año como un acto eventual, pero curiosamente ha acabado convirtiéndose en una sólida tradición. Hoy en día, se acostumbra a comer las doce uvas por cada campanada en países como España, Perú, Venezuela y México, aunque en el país azteca se sirven normalmente en una copa de sidra. Otros países tienen sus propios ritos para comenzar el año nuevo. Así, en Honduras y Ecuador las familias crean un muñeco –en ocasiones relleno de fuegos artificiales- al que prenden fuego a medianoche del día 31 para simbolizar que dejan atrás el año recién terminado y reciben al nuevo con energía renovada. Los italianos llaman “Notte di Capodanno” a la última noche del año e incluyen un plato de lentejas en su cena para desear un próspero año nuevo. Una tradición alemana que venera a San Silvestre estipula que se dejen los restos de la cena sobre la mesa hasta el día siguiente para asegurarse de que no falte comida en el año que comienza. En Japón, el reloj no repiquetea 12 veces a medianoche sino que lo hace 108 veces y cada una de ellas corresponde a la desaparición de un mal.

ASAMBLEA EN LA CARPINTERIA.

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando. El martillo acepto su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera para algo. Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto. En esto entro el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un fino mueble. Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: -"Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos”. La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de su fortaleza y de trabajar juntos. Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán. Cuando en una empresa el personal busca a menudo defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos. Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo. Pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar los éxitos humanos. Cuento de Mamerto Menapace