martes, 29 de noviembre de 2011

ASAMBLEA EN LA CARPINTERIA.


Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea.

Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.

El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo acepto su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera para algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija.

Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.

Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.

En esto entro el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.

Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un fino mueble.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación.

Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:

-"Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos”.

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.

Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de su fortaleza y de trabajar juntos.

Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán.

Cuando en una empresa el personal busca a menudo defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos.

Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo. Pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar los éxitos humanos.

Cuento de Mamerto Menapace

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El ladrón de Palabras



De noche, cuando la luna alumbra el camino, el ladrón de palabras sale con todo su equipo y se dirige a la ciudad. Allí, rastreando las voces y las luces, sin que nadie lo vea, trepa por los tejados. Comienza la cosecha………
Impulsadas por el calor de los hogares, las palabras se mezclan alegres. El ladronzuelo las atrapa en las turbulencias del humo que sale de las chimeneas. Lo que más le gusta son las historias que se cuentan a los niños. Mira cómo suben despacito y se desvanecen en el silencio de la noche.
Y a veces, se queda dormido.
Luego vuelve a su casa con las alforjas llenas, ansioso por ver su cosecha.
En la cabaña, las palabras se ponen a juguetear y a cantar. Las hay de muchos tipos: saltarinas, tiernas, verdes, extranjeras, muy gordas y rojas de ira, y algunas tan largas que es imposible pronunciarlas……
Las palabras se esconden en los rincones, trepan a los muebles, se cuelgan de la lámpara, se suben por las paredes. Bailan la polca, la salsa, el chachachá y el vals de las mariposas………
La fiesta es todo un éxito, pero, poco a poco, el suelo se cubre de sílabas sueltas. Las palabras encierran tantos misterios…..
El ladrón de palabras, entonces, las clasifica y las mete en tarros de cristal.
Luego prueba algunas recetas:
2 palabras dulces,3 mojadas, 1 picante y 2 cálidas. Lo mezcla todo bien y lo lanza al aire. Y así, el azar trenza alfombras de alabanzas, teje bufandas de injurias, y tricota calcetines de explicaciones complicadas.
Con un poco de práctica, aprende las cantidades adecuadas. Consigue inventar historias y se las cuenta a los animales del bosque. Estos lo escuchan muy atentos pero guardan silencio.
Así que decide volver a la ciudad.
Oculto por las sombras, observa a los habitantes iluminados por el resplandor de las lámparas y escucha las palabras que vibran a través de los cristales.
Los niños usan las palabras para hacer reír a sus amigos; los mayores, para acariciar y hacer sonreír a los niños.
Hasta que una noche pasa lo que tenía que pasar.
Alguien le dice:
¡¡ Buenas noches!!
Y ¡pum!¡catapúm!¡pim ,pam, pum! El ladrón de palabras se cae al suelo, volando en el aire con todos sus bártulos.
Un niño sale enseguida a ayudarlo a recoger su red y sus palabras.
Entonces, el ladrón de palabras le dice”gracias”. Lo pronuncia muy bajito porque es la primera vez que lo hace.
A partir de entonces, quedan casi todas las noches. El ladronzuelo lleva nueces y el niño, caramelos. En la cabaña resuenan sus risas y sus historias.
Juntos exploran los rincones más secretos del bosque y los mejores escondites de la ciudad.
Un buen día, el ladronzuelo conoce a una niña. Y se queda mudo. Las palabras que con tanta paciencia ha ido atesorando ahora no le sirven…….
Necesita robar otras palabras……….palabras de amor.

Autora:(Nathalie Minne.)