jueves, 16 de diciembre de 2010

ADELANTE.


Hoy se celebra el día de la lectura en Andalucía y también , un dieciseis de diciembre, nos visitó Gonzalo Moure, que después de un año se ha convertido en nuestro amigo, compartiendo correos,cuentos y un proyecto TOCAR EL CIELO con los niños Saharauis entorno a la lectura. Formamos un club, llamado Corazones al Desierto y ahí, comenzó la aventura de llevar por el cielo nuestros sentimientos, nuestra amistad, desde Málaga a Smara. Él, con otras voluntarias del Bubisher, se llevó al Sáhara nuestras cartas, un trocito de nuestros corazones, para un amigo Saharaui y ha venido cargado de emociones, magia y lo más bonito, la ilusión de compartir sueños, alegrías y amistad.
Con estas palabras,los niños saharauis, nos regalan esta poesía,¡ Disfrutémosla!
Papá, sol,estrllas ,nieve, mamá ,desierto, lluvia, flores, vivir, justicia, caramelo, recibir, irse, cielo ,aire, árbol, ilusión ,libertad, CORAZÓN....
Esta última palabra la eligió Fatimetsu, la chica que le inspiró para escribir “Palabras de Caramelo”, llevándose la mano al pecho. ¿Sabéis lo que significa para él que Fati forme parte de esta poesía? No solo eso: se ha ofrecido como voluntaria del Bubisher, para lo que pueda aportar, cuidando a los más pequeñines, ordenando y limpiando libros del polvo que todo lo llena, lo que sea…
Y después se tiraron al suelo con la lista de palabras, y esta es la poesía que surgió de todos:
“Cuando papá se va
el sol y las estrellas
se llenan de nieve, mamá.
En el desierto, sin lluvia no hay flores.
No puedo vivir
Sin justicia recibir.
Mi vida sin ella
es un cielo sin caramelos,
un árbol en el aire.
La ilusión de la libertad
llena mi corazón.”

Preciosa, ¿verdad?
¡¡¡ Abracadabra que nuestros corazones se abran !!!

jueves, 9 de diciembre de 2010

EL ARBOL DEL RUISEÑOR


Hubo una vez un lindo ruiseñor que hacía su nido en la copa de un gran roble. Todos los días el bosque despertaba con sus maravillosos trinos.
La vida volvía a nacer entre sus ramas. Las hojas crecían y crecían. También lo hacían los polluelos del pequeño pajarito.
Su nido estaba hecho de ramitas y hojas secas.
Algunas ardillas curiosas se acercaban para ver como los polluelos picoteaban el cascarón hasta dejar un hueco en el que poder estirar su cuello. Empujaban con fuerza y lograban salir hacia fuera.
Sus plumitas estaban húmedas. En unas cuantas horas se habrían secado y los nuevos polluelos se sorprenderían de lo que les rodeaba.
El árbol estaba orgulloso de ellos. Él también era envidiado por los demás árboles no sólo por tener al ruiseñor sino por la belleza de su tronco y sus hojas. Era grandioso verlo en primavera.
Al llegar el otoño, las hojitas de los árboles volaban hacia el suelo. Con gran tristeza caían, pero el viento las mimaba y las dejaba caer con suavidad. Al pasar el tiempo éstas serían el abono para las nuevas plantas.
Al ruiseñor le gustaba jugar entre sombra y sombra. Revoloteaba haciendo piruetas, buscando la luz y cuando un rayo de sol iluminaba sus plumas, unas lindas notas musicales acompañaban su alegría y la de sus polluelos.
Un día un hongo fue a vivir con él. Ya lo conocía de antes se llamaba Dedi, bueno, tenía un nombre muy raro, pero ellos le llamaban así.
El roble comenzó a sentirse enfermito, tenía muchos picores y su piel se arrugaba.
De vez en cuando le corría un cosquilleo por el tronco.
Estaba un poco descolorido, ni siquiera tenía ganas de que los ciempiés jugaran alrededor de sus raíces.
Él hongo estaba celoso del árbol y de su amistad con el ruiseñor.
Pensó que si le enfermaba, el ruiseñor le haría mas caso a él, envidioso de su amor no le importó hacerle sufrir.
Los demás animales convencieron al hongo para que abandonara al árbol. Así conseguiría, ser su amigo pero nunca por la fuerza.
A partir de aquel día siempre se juntaban para ver amanecer.
El hongo aprendió una gran lección, su poder y su fuerza debía utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

UN ESTUDIANTE.


Un estudiante se quejaba de que no se podía concentrarr: sus pensamientos no se lo permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole: "Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan estudiar, ni concentrarme; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza. No me dejan en paz". El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa. Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza.
El maestro entonces le dijo: "Bien. Aferra esta cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y concéntrate". El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó:"¡Deja la cuchara!". El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó: "Entonces, ahora dime quién agarraba a quién, ¿tú a la cuchara, o la cuchara a ti?.